Donde muere la camaradería [11/03/2180] Valkyrie

Winters había logrado tranquilizarse, después de lo ocurrido, y se había dirigido con paso lento pero decidido hacia la enfermería. Había visto ya salir de ella a Draaku, mucho más mejorado tras el arreglo de la fuga de su traje ambiental, y se acababa de cruzar con el turiano en la entrada, también con mejor aspecto. Ese tipo era una roca y hacía falta mucho más para hacerle siquiera sentar en una camilla por un par de horas. Las compuertas se abrieron, y finalmente se encontró a solas con Shadi, que se encontraba tumbada a regañadientas en una de las camillas, con la doctora a su lado haciendo a saber qué. Para él, simplemente trasteando con sus medidores y sus jeringas. Cruzó la enfermería hasta donde se encontraban, sin decir nada, pero consciente de que al menos la quariana había depositado su mirada en él... aunque casi ni se atreviese a mirarle.

- ¿Cómo se encuentra? - Le preguntó a la doctora, a sabiendas de que esta le asaltaría a preguntas para saber qué demonios había ocurrido, aunque con su siempre tono comedido. Casi ni le daría tiempo a eso. Titubeó por unos instantes, dándole más y más vueltas a aquello que rondaba su mente y que se había decidido a hacer. Pasase lo que pasase. - Shadi, tengo que hablar contigo.

Depositó su mano derecha en el hombro de la asari por unos momentos, haciéndole un gesto con la cabeza para indicarle que no hacía falta que se marchase.

- Quédate, es algo que también tienes que saber.

Los quejidos de la quariana no hacían más que empeorar la situación. Aquella era una de las cosas que más me sorprendía y, a la vez, me tranquilizaba de los mercenarios: desde el más portentoso krogan hasta la más fría y sanguinaria asari, todos ellos eran unos quejicas. Retiré la herramienta de incisión del cuerpo de Shadi en el instante mismo en que sentí la presencia de Jason en la habitación.

Tuve que reprimir mi impulso de mirarlo inquisitivamente para poder resoplar a través de la nariz con todo el desdén que mi respeto por él me permitiría expresar. A pesar de todo, le dediqué una mirada furtiva que se quedó totalmente descontextualizada con el gesto de súbita seriedad que portaba el capitán. Automáticamente mi corazón se agarrotó y un pinchazo de culpabilidad martilleó mi pecho.

-Se pondrá bien...-dije en un intento por controlar mi incertidumbre. Miré entonces más de cerca al capitán y escuché aquella frase lapidaria. Mis piernas reaccionaron como un resorte levantándome del asiento hasta que Jason posó su mano sobre mi hombro, dirigí mi mirada hacia la del humano y traté de escudriñar su mente. Las cábalas habían comenzado y no parecían albergar nada bueno para Shadi...

Asentí en silencio y después dirigí mi mirada hacia la mano del capitán. Sentía la fuerza de su agarre sobre mi piel, y sin embargo no parecía haber ni una sombra de duda en su determinación. Miré entonces al casco de Shadi, allí donde deberían encontrarse los ojos. La luna tintada de su yelmo pareció entonces oscurecerse aún más y otorgarle un aire de rigidez que sólo se obtiene en la muerte.

Guardé silencio, es lo que debía hacer.

La fiebre parecía haber desaparecido, pero no la tos y la respiración forzada. Su actual y siempre enfermera le había inyectado en docenas de sitios diferentes lo que ella conocía como antibióticos y antivirales. Las primeras veces incluso le había explicado la razón de ello, pero poco tiempo después dejó de intentarlo. Lo único que comprendía Shadi de que se le inyectaran tantos líquidos que incluso la dejaran aletargada durante días era que realmente funcionaban. Miró la sala de un frío color blanco y su mente comenzó a divagar sobre recuerdos de ese sitio.

En los seis años desde que compraron aquella nave, había pisado más veces la enfermería que otro lugar, y aun así, seguía sintiéndose ajena. Como si por estar allí fuera una extraña en la casa de otra persona. Ese rincón que era territorio de la asari y al que nunca entraría si no estuviera Quionia dentro. Y posiblemente el único lugar de la Valkyrie en el que seguía sintiendo que no encajaba.

Se abrió la puerta y su mirada se fijó en Jason, respondiendo su cuerpo de forma autómata y con dificultad hasta sentarse con las piernas colgando de la camilla. Conocía demasiado bien a aquel humano para saber que algo no iba bien, segura además de que Quionia se había percatado de ello.

En cuanto escuchó la última frase, sus ojos se dirigieron a otro lugar apartado del capitán. Esperó decidida a no abrir la boca, pero un golpe de tos se encargó de hacerlo por ella. Su postura no era de culpabilidad. Sabía que lo que había hecho era necesario, y que lo había hecho por la tripulación y más aun, por él. Pero también sabía que lo que hizo en primer lugar que siguiera a aquel hombre había sido que no pudiera tolerar lo ocurrido.

Su mirada se perdió por unos momentos en las patas de la camilla, en sus pies, pero tan solo fue una milésima de segundo. No había tomado aquella decisión para comenzar a dudar ahora y, aspirando lentamente el aire por la nariz, volvió a levantar la cabeza.

- No tengo palabras para lo que has hecho, Shadi. - Él siempre había sido aquel que había reído los comentarios ofensivos de la quariana, quién desde el principio había sido casi tan loco como ella. Cierto era que a medida que habían pasado los años, y que había comenzado con su papel como capitán, Winters había enfriado muchísimo más aquella cabezota y las responsabilidades lo habían convertido en alguien más sensato. Pero aquello seguía ahí, no eran pocas las veces que le habría encantado reír a carcajadas y en lugar de eso, prefirió soltarle una pequeña regañina casi cariñosa. Pero aquello no podía solucionarse con una regañuza, con unas simples palabras. - Ni siquiera le diste tiempo a hablar. No estoy justificándole, ni muchísimo menos, pero estaba claro que todo aquello lo había hecho por algo. Podría habernos ayudado Shadi, incluso podríamos haberle ayudado nosotros a él.

Tras una traición de semejante envergadura, difícilmente lo habría dejado volver a enrolarse en la tripulación, pero al menos podrían haberse asegurado de que volviese a ese hogar suyo, tan perfecto, del que tantas veces le habían oído presumir. Quionia podía saber ahora de primera mano la muerte de su antiguo piloto, y a manos de quién. De seguro estaba juzgando y procesando aquella información dentro de su violácea cabeza.

- Esto no puedo dejarlo pasar. Créeme que he estado intentando buscar una solución, hasta pensé en mentirles a todos y decirles que fuí yo mismo quién lo mató. Porque esto no te lo iban a perdonar, Shadi, y de decirles que ha sido una decisión y acción mía, solo se pondría en duda mi juicio. ¿Pero qué solucionaría eso? - Negó con la cabeza varias veces. Aquel tipo de charlas no eran las suyas, no sabía como actuar, no sabía tampoco muy bien qué decir. - No quiero que te marches, Shadi. Pero me temo que es la única solución posible. No puedo dejar que sigas formando parte de la tripulación.

Durante todo el discurso, decidí que lo mejor era guardar absoluto silencio e incluso agachar ligeramente la cabeza. Mi experiencia con los humanos me ha enseñado que éstos conciben la mirada al suelo como un gesto de comprensión y respeto. No obstante, y muy a mi pesar, a medida que las palabras brotaban de los fruncidos labios del Capitán Winters mi mirada fue alzándose para buscar la de la quariana.

El ambiente estaba cargado de impresiones psíquicas dispares: en primer lugar, podía sentir un torrente de emoción y conflicto procedente del pobre Jason. Un observador hábil podía percatarse de que una de sus manos tembló en dos ocasiones mientras hablaba. No era para menos, estaba despidiéndose de quien fuera su mejor amiga en esta nave y, según tenía entendido, desde antes también. Intenté comprender qué fue lo que incitó al humano para pedirme que me quedara allí, pero la energía que surgía de la quariana respondió antes de tiempo.

Shadi emanaba un mensaje de orgullo, casi como una justiciera asari cumpliendo con los preceptos. No estaba arrepentida de lo que hizo, ni mucho menos, estaba completamente segura de que volvería a hacerlo sin dudar. En numerosas ocasiones pude sentir las tinieblas que anidaban en la mente de la quariana pero asesinar de esa forma a un antiguo compañero... No pude evitar fruncir el ceño y desear arrancarle el casco a la asesina para, por primera vez en mi vida, poder ver sus ojos. Ni tan siquiera estaba segura de si estaría sonriendo después de todo aquello.

Me di cuenta de que Jason quería que yo estuviese allí para que, de alguna forma, inhibiera todo lo que la quariana pudiera soltarle en un ambiente más íntimo.
"Pobre Jason"- pensé. - "Es la primera vez que me pide ayuda y ni tan siquiera ha podido decírmelo..."
Miré de soslayo al capitán quien parecía sufrir aún con dejando clara su determinación. Yo miré fijamente la oscuridad del cristal de Shadi y negué ligeramente con la cabeza.

-Creo...- me decidí a hablar. -Creo que el Capitán tiene razón, Darren contaba con el cariño de muchos de los tripulantes y dudo mucho que la relación pueda recuperarse cuando se enteren de lo que ...- agaché la cabeza y alisé los pliegues de la bata blanca sobre mis muslos. -...de lo que has hecho, Sha.- volví a alzar la cabeza y traté de no mostrarme dura en apariencia. Tenía que lograr ser una pieza neutral en ese tablero. Neutral, pero del color de Jason.

- Nos ha traicionado... - Su primera frase desde que entró Jason en enfermería apenas era un susurro para convencerse ella misma. Una frase apenas audible. Un murmullo enfrentado a la fuerza de la voz de un capitán experimentado, cuyas órdenes no eran seguidas únicamente por mantener ese puesto en la nave. Y la mirada aun fija en las botas de aquel hombre no resultaban una ayuda para hacerse entender.

Esperó a que terminara, cada vez más segura de su futuro. Cada vez menos esperanzada. Pero aun así, con un hilo de confianza en que aquello sería un castigo. Que se encargaría de que toda la tripulación viera que algo así no se permitiría jamás en la Valkyrie. Llevaban años juntos, y Jason siempre había sido el ancla que la ataba a la realidad y que evitaba que sucumbiera a su interior. El que impedía ser lo que hubiera sido sin él. Por ello, el golpe de la última frase fue más pesado que cualquier otra situación pasada. Algo que no podía creer, y que sentía como entrando en una pesadilla. Levantó la cabeza de golpe, mirando directamente a la cara de quién había pronunciado lo que más daño le había producido desde el inicio de su existencia. Las palabras de Quionia quedaron empañadas en su mente como una cacofonía de ruidos inconexos que no hacían más que acrecentar su estado onírico. Si un visor no se hubiera encontrado entre ellos, hubieran visto una cara que reflejaba una mezcla entre sorpresa y terror.

- ¡Nos ha traicionado! - Esta vez su voz era la de siempre, aunque cargada de rabia ante una situación desesperada. - No importa por qué lo ha hecho. Desde que salió por la puerta de la nave con nuestro cargamento, estuvo clara su elección. Eligió lo que fuera por encima de nosotros. Y no me vengas con que quizás no tenía una opción. Ambos sabemos que siempre hay una opción, y es la de no vender a la familia que daría la vida por ti. - Dio varios golpes en el pecho de Jason en signo acusador con el dedo que sería considerado el índice de una mano humana. - En cuanto Darren pensó siquiera en traicionarnos, dejó de ser parte de nosotros. No era nadie, y lo he tratado como tal. Sabía que tú no podrías hacerlo. Te has vuelto débil. No puedes ni llevar tu propia casa sin que alguien se rebele, y la llenas además de personas que ni conoces. - Un golpe de tos hizo mella en su argumento, sujetándose con fuerza en la pechera del capitán antes de seguir hablando. - Keelah Jase, te estás equivocando. Necesito estar aquí o no podré protegerte. -

Si tanto Jason como Quionia no la conocieran lo suficiente, podrían haber pensado que estaba implorando.

Tragó saliva al tiempo que desviaba ligeramente la cabeza cuando la quariana comenzó a hablar, a justificar sus acciones. A acusarle con aquel inquisitivo índice.

- No, claro que tenía otras opciones. Podría haber acudido a nosotros. Pero no lo hizo, se equivocó, y por supuesto que iba a pagar por ello. Pero no de aquella forma Shadi, Darren no iba a volver a pisar la Valkyrie. Ya lo viste, la culpa de haber traicionado a los suyos le comía por dentro. Al matarle no solo lo condenaste a él, sino también posiblemente a su familia, esté donde esté, y también a nosotros. ¿No te paraste a pensar qué podría habernos dicho acerca de Garra Negra, del cargamento? Pero, ¡claro! ¡Como iba Shadi'Lerah a pararse a pensar algo antes de actuar! - Poco a poco su tono fue en aumento, su voz se había alzado pero no lo suficiente para que resonase siquiera cerca de la enfermería. - Pero eso no es lo importante. Lo importante es que lo mataste a sangre fría. ¿Harías eso mismo con cualquiera de los demás? ¿Me dispararías a mí, ahora, por estar traicionándote y expulsándote de la nave? ¿De NUESTRA nave?

Extendió los brazos a ambos lados de su torso, mientras terminaba de decir lo último, ofreciendo su pecho no solo a su dedo acusador sino también a un invisible, e imposible, disparo por su parte. Después simplemente negó con la cabeza, soltando de nuevo el aire de sus pulmones. El capitanear una nave siempre había sido la meta de Winters, y Shadi había contribuido enormemente en ello. La Valkyrie era suya casi tanto como lo era del humano, al hemos "espiritualmente".

- Lo siento, pero no esta vez. Esta vez no puedo. - Había vuelto al tono de antes, más sereno. - No te imaginas lo que me hubiera gustado que por una vez usases ese cerebro que tienes ahí dentro y actuases de manera correcta. Pero no he sido yo quién se ha equivocado Shadi, has sido tú. Te has equivocado tanto en tu decisión de matar a Darren, como en tu seguridad al pensar que te lo perdonaría.

Podía no sólo escuchar las palabras que la pareja se dedicaba sino también las súplicas silenciosas y los alaridos ahogados en sus gargantas. Aquella escena estaba llenándome de pena, contagiando hasta la última de mis células de la enfermedad del dolor; pero mi opinión e incluso mi presencia estaban relegadas a un segundo plano.

Observé cómo el ambiente se caldeaba cada vez más, cómo Sha espetaba todas aquellas quejas, aquellas críticas que hablaban sobre la debilidad de Winters. Me pregunté a qué debilidad se refería: a su debilidad como hombre o a su debilidad como líder. Probablemente se refería a ambas.
Winters, sin embargó, apelaba a la falta de juicio de Shadi. El hecho irrefutable de que se había comportado como una criatura desalmada. Podía comprender que lo había hecho por él, pero eso no bastaba para el resto de la tripulación.

Sentí los pensamientos de ambos entrechocar en el vacío. Los recuerdos de sus largas horas de charla y risas e incluso los momentos más íntimos en los que sólo ellos sabían qué ocurría. Los deseos de Winters porque todo aquello no hubiera ocurrido para poder estar con ella como al principio; los deseos de Shadi porque él comprendiera que la única razón de su temeridad era él.

Guardé silencio, pues era lo que debía hacer.

- No... - Bajó de nuevo la mirada en cuanto Jason colocó su pecho como si de verdad pensara que pudiera dispararle. Se trataba de un gesto simple que había visto en varias ocasiones en que el orgullo se había adueñado del cuerpo de su compañero, pero nunca por ese motivo. Nunca con un significado que pudiera herirla tan profundamente. Y precisamente por la única persona que creía que de verdad la conocía.

Miró a Quionia buscando un apoyo que sabía que no encontraría. No al menos en lo que había ocurrido. Ambas habían tenido muchos encuentros durante los años al servicio de la Valkyrie. Encuentros en los que en una ocasión incluso acabaron en enfermería. Pero aun así, había llegado a confiar en ella hasta estar segura de que sería un apoyo en caso de necesitarlo. Pero no esta vez. No cuando toda la tripulación estaba en su contra por haber matado a una persona que horas antes se había convertido en quien los había sentenciado.

Se colocó de pie frente a Jason como si todo el peso del mundo recayera sobre sus hombros, con la mirada fija en su cara. Escuchando lo que le quedaba por decir. Sintiendo como todo su ser se resquebrajara hasta hacerse añicos. Perdiendo el hilo de esperanza que le quedaba en que aquello cambiara de rumbo y pudiera llegar a perdonarla en un futuro. Pero ese futuro nunca llegaría.


Apartó con un brazo al que en este momento y para siempre había dejado de ser su capitán y se encaminó hacia la puerta. Sin decir una palabra. Sin despedirse de los que minutos antes habían formado parte de la única familia que había tenido. Dejando el pasado a su espalda y enfrentando un futuro que no deseaba. Que odiaba incluso antes de llegar a él.

Se detuvo en la puerta unos segundos esperando que la detuvieran. Que todo fuera una cruel broma y que de la boca de Jason saliera algo. Lo que fuera. Pero en vez de eso, apretó el botón que abría la puerta de enfermería y salió por ella sabiendo que nunca volvería a pisar aquella nave. Y que el vas Valkyrie que la había hecho sentir orgullosa durante tanto tiempo desaparecería hasta el fin de la eternidad.

No se movió de donde estaba cuando ella se levantó, igual que tampoco dejó de mirar las metálicas patas de la camilla donde momentos antes se encontraba sentada. Algo en su estómago se encogió, y no le permitió decir nada por unos instantes. Escuchaba los pasos de la quariana detrás de él, aunque aún seguía mirando en dirección a la camilla y donde se encontraba la doctora. Aguantó el empellón, apartándose unos instantes para volver a estabilizarse sobre sus piernas.

- Puedes recoger tus cosas, están... - Se arrepintió de haber dicho nada, y prefirió callarse de nuevo. Aquello que se había encogido en su alto vientre, justo debajo de su pecho, le indicaba que lo mejor era quedarse callado. Escuchó como los pasos de detenían por unos intantes, al mismo tiempo que se podía escuchar las compuertas abrirse. Giró la mitad de su cuerpo y dirigió también una mirada hacia allí.

La niña le tendía la pistola, observándole con sus brillantes ojos desde detrás de la oscura máscara. La lluvia seguía cayendo sobre ellos violentamente, y el barro manchaba todo su cuerpo mientras poco a poco empezaba a incorporarse. Los tres cuerpos, de cara al barro y hundidos en los enormes charcos formados, se limpiaban poco a poco de la sangre y la hacían desaparecer ante el imparable avance de la lluvia. El ambiente semitropical hacía que la temperatura fuera estable, e incluso de no ser por el momento, agradable. No supo muy bien como reaccionar. A pesar de que la lluvia arrastraba todo el barro de su cuerpo, su armadura aún se encontraba completamente manchada. Podía notar las gotas corriéndole por su rapada cabeza, y su vista pasaba de los tres cadáveres a la pequeña quariana una y otra vez. Asimilando lo que acababa de ocurrir. Lo que acababa de hacer. Aquello lo cambiaba todo y, en realidad, no se arrepentía. Una extraña y aplastante sensación de alivio le hizo, por primera vez desde hacía años, sentirse bien consigo mismo. Tomó la pistola lentamente de la mano de la niña, observándola y guardándola de nuevo en su funda. No podía hacerse cargo de ella, pero tampoco podía dejarla allí o acabaría corriendo el mismo destino que había estado a punto de tener. Puso ambas manos en sus enclenques hombros, y empujó de ella levemente mientras buscaba, al menos, una manera de alejarla de allí.

- Ven conmigo.

Por unos momentos, y más que nunca, se puso en la piel de sus padres y de cualquier figura paternalista. Tal vez su pasado como ejemplo no fuese el más apropiado, pero comprendía en cierto modo lo desagradable que tenía que ser para ellos imponer un castigo a sus hijos. Era una parte fundamental de la disciplina que, llegado el momento, debían de poseer. Y en realidad no podía compararse una riña o un tirón de orejas con esta expulsión, este abandono y alejamiento de Shadi con lo que era absolutamente toda su vida, su razón de vivir. Por unos momentos, dudó y sintió el enorme deseo de, rogarle esta vez él, que no se marchase. Pero se consideró a sí mismo un estúpido por siquiera cruzar aquello por su mente y, lo más estoicamente que pudo, mantuvo el mismo gesto serio con la que la observaba marcharse.

Y el silencio se adueñó de la enfermería.

El devenir de los acontecimientos terminó de manera previsible, no obstante, la tensión y el dolor del momento no menguaban por el hecho de conocer de antemano el final.
Guardamos silencio durante largos segundos que parecieron horas. Jason se encontraba sumido en sus pensamientos y yo no quise romper la poderosa fusión con su propia mente. No obstante, había mucho que hacer y muchos temas que tratar. Me levanté y apoyé mi mano sobre la espalda del capitán, tratando de hacerle llegar una pequeña parte del afecto que sentía por él.

-La tripulación te espera, Jason.- traté de modular la voz de forma que no sonara disruptora con el ambiente de paz que, paradójicamente, Shadi había dejado al marcharse. La respiración del capitán se reactivó, como si mi voz le hubiera despertado de un profundo letargo y sentí los músculos de su espalda vibrar como un resorte.

Me aparté ligeramente para dejarle paso al exterior de la enfermería y me preocupé en trabajar en mi sonrisa de conmiseración. Fue en vano. Ni tan siquiera sé si Jason llegó a mirarme antes de salir con aire marcial de la enfermería.

Caí rendida sobre la silla de trabajo y apoyé mis codos sobre la camilla que, instantes antes, había ocupado la temeraria quariana. No podía evitar sentir un gran pesar en mi corazón: quizás Shadi fuera mi total contrapunto, pero entre las dos creábamos un claroscuro casi artístico. Hundí mi rostro entre mis manos y respiré hondo. El olor de la sangre me inquietó. Alcé la mirada y comprobé cómo los últimos jirones de tela desprendidos del traje de Shadi reposaban sobre la camilla. Pegados a los mismos había un sinfín de células de piel carbonizada. Tomé la tela y la llevé al cajón superior del que sólo yo tenía la clave.

Quizás jamás lo aceptara en voz alta, pero Shadi'lerah vas Valkirye permanecería siempre en mi memoria como el mayor ejemplo de amor incondicional para mí.