Renacer [11/03/2180] (Omega)

El repiqueteo de mis zapatos sobre el suelo me mantenía hipnotizada, como si hubiera puesto el piloto automático en la compleja sala de control de mi cerebro. Aún no podía creerme aquel golpe de suerte. La reunión apenas acababa de terminar cuando recibí un mensaje en mi terminal portátil, la mismísima Aria T'Loak, una de las pocas puertas de nuestra salvación, requería motu proprio de mis servicios.
Mi sonrisa fue plena y, a pesar de que no quise confesar nada a Jason y el resto de la tripulación, un guiño de ojos y un beso animado al diligente Orphen me delataron.

-Lo último que pretendía encontrarme era algo así...- comenté en los extensos pasillos de la moderna instalación. Por supuesto, mi comentario rebotó contra las paredes metálicas y después se extinguió en el aire sin ningún alma caritativa que respondiera a la pregunta velada de: "¿Qué estoy haciendo aquí?"

Lesher caminaba frente a mí sin darme ni un sólo dato. No obstante, no fue necesario. En el instante mismo en que aquellas luces iluminaron mi rostro, supe que Aria había encontrado algo tan suculento y a la vez peliagudo que no se atrevía a meter su zarpa sin antes preguntar la opinión de un profesional.
Me acerqué en silencio, aún atónita ante el hermoso aparato que reposaba ante mí. Aria comentaba entre dientes, seguramente algún quejido lastimero que tratara de justificar el por qué me había llamado. No obstante, la conocía de hacía tanto que sabía cuándo mi mente podía desconectar de su discurso sin temor a perder el hilo.

-Aria... esto es... magnífico.- el estupor invadía mi cuerpo y sentí cómo mi corazón se aceleraba como hacía mucho que no lo hacía.
Unos lentos pasos me llevaron hasta la superficie de la ominosa cámara y, mientras mis dedos se deslizaban por el lateral sin ornamentos del artilugio, mis ojos se toparon con aquello que contenía el particular sarcófago.

-Pero... ¿un hombre?- mis ojos se movían a gran velocidad. Un cuerpo atlético esculpido por el entrenamiento militar; torso contorneado y disposición ósea cuasiperfecta. Sin duda alguna alguien había realizado incisiones sobre la tercera y la cuarta costilla, y las cicatrices de los brazos indicaban explosiones con metralla. El llamativo tatuaje con el número "3" que descansaba sobre el pectoral izquierdo del humano no hacía más que acrecentar mi curiosidad. Pero mi cerebro prácticamente me llevó al éxtasis mnemósico cuando dirigí mi mirada al rostro que descansaba en el interior desde, al menos según mis cálculos, treinta años.

-Roy... ¿eres tú?

Mi mente se mantenía absorta en los recuerdos que guardaba del Capitán Fokker. Una aglomeración de sensaciones comenzaba a invadirme; recuerdos húmedos en los que el Capitán me enseñó la usanza humana para las artes amatorias, recuerdos amargos en los que contemplaba cómo su nave se disipaba sobre la neblina de aquella lúgubre mañana cerca del relé Shanxi-Theta, pero sobretodo recuerdos de diversión y curiosidad mientras trataba de deshilvanar la poderosa madeja de su psique.

Me debatía en aquellos pensamientos cuando Aria, súbitamente, desbloqueó el compartimento de la cabina que contenía su gélido cuerpo. Apenas dos segundos bastaron para que captara el característico olor...


Entonces caí en la cuenta.

-¡La cabina contiene eezo! ¡Ciérrala!- en vista de la actual preocupación de Aria por mi conocimiento de Roy, yo misma tuve que lanzarme sobre el interruptor para volver a sellar la cámara. Traté de dejar la mente en blanco durante unos segundos para dar tiempo a la extraña sustancia de reaccionar con el ambiente y disminuir su peligrosidad.

-Aria, ¿estás loca?- miré con incredulidad a mi hermana planetaria y después traté de recuperar la compostura. -Está claro que no tienes demasiada idea de cómo tratar un asunto de estas características así que, por favor, déjame cumplir la tarea que me has asignado.- recuperé poco a poco la tranquilidad, no obstante, mis experiencias con el elemento cero habían sido devastadoras y tardaría unos segundos en recuperarme del todo.

-Su nombre es Capitán Roy Fokker.- concluí. Giré sobre mí misma hasta volver a contemplar el cuerpo inerte del militar. Caminé con pasos delicados hacia la cámara, como si el estruendo pudiera despertar al sujeto número 3. -Pertenecía a la Tercera Flota de la Alianza durante la Guerra del Primer Contacto.- la miré entonces con los ojos ennegrecidos por la densidad de recuerdos y sonreí amargamente. -Es el hombre que conocí en Shanxi.

Era consciente de que Aria no podría recordar ese nivel de detalle de mi vida. Caminé entonces hacia ella y tomé sus manos. En el instante mismo en que nuestros dedos se entrelazaron, las ondas "Mnemos" empezaron a generarse en mi cerebro. Llevar a cabo una unión en un ambiente cargado de eezo era relativamente peligroso; las descargas eléctricas de nuestro cerebro acompañadas de los catalizadores orgánicos de nuestra región occipital hacían muy posible que, en el transcurso del éxtasis, liberáramos suficiente energía como para provocar un efecto de masa. Pero me habían traído aquí para jugar, ¿no?

Sentí la psique de Aria fundirse con la mía y, juntas, trasladarnos a una región de la mente desconocida para cualquier otra especie. El aumento de endorfinas fue súbito y nuestros ojos sucumbieron a la oscuridad de la cognición. Un empujón más bastaría.









Cuando abrí los ojos, contemplé el rostro de Aria despertando de la unión. Mi respiración estaba entrecortada y, como un espasmo, separé mis manos de las suyas. La observé desde la distancia tratando de comunicarme a través de un canal no mecánico. No fue necesario, Roy Fokker ya formaba parte de su memoria tanto como de la mía...

-No sé cómo ha llegado a esta cámara...- me acerqué lentamente para examinar de nuevo el torso del Capitán Fokker. Apoyé sendas manos sobre mis rodillas y me incliné para darle nitidez a mi examen. El torso de un militar es prácticamente lo más similar a las denominadas "cajas negras" de los vehículos aéreos: en ellos se pueden encontrar indicios de todas y cada una de las hazañas a las que el soldado ha sobrevivido. La mayoría de las cicatrices las recordaba perfectamente de la última vez que traté a Roy; no obstante, el tatuaje con el número "3" y varias perforaciones a la altura de la vesícula eran claramente nuevas.

-Déjalo en mis manos.- sentencié mientras me erguía. Mi mirada se desplazó entonces a los alrededores. La quietud y el ambiente aséptico del laboratorio eran idóneos para llevar a cabo una resurrección. Jajaja, empezaba a hablar como la Matriarca de una nave Fénix.

-Dudo mucho que no haya en esta instalación todo lo que necesito, así que dalo por hecho.- recordé entonces el rostro compungido por el dolor del cabizbajo Jason mientras Shadi abandonaba la enfermería. Un pinchazo en mi pecho me indicó que debía dejar claras las cláusulas del contrato. Giré sobre mis talones y crucé los brazos por debajo del pecho.

-Pero sabes cuál es el precio... Garra Negra no para de darnos problemas y, a pesar de haber recuperado el cargamento, quiere tomar nuestra nave.- volví a girarme para buscar esta vez el centro de operaciones, debía ponerme a trabajar cuanto antes. Al sentarme, sentí cómo una nueva sensación me invadía: la sensación de euforia que precede a un gran evento.

-Traeré de entre los muertos al Capitán Fokker, pero espero que "Omega" responda consecuentemente expulsando de su sistema a ese antígeno tan molesto.- comencé a examinar los parámetros vitales de Roy. Después de todo, su vida iba más allá de un pacto con la mafia.

Jamás me acostumbraría a la verborrea de Aria. Era una de las pocas personas cuyas palabras parecían reverberar con intensidad en mi cabeza, creándome la ilusión de que había pasado monologueando mucho más tiempo del que en realidad había estado. Mis sentidos, no obstante, no se encontraban depositados sobre T'loak y su discurso de miembro del Consejo frustrado. Para cuando terminó su exposición, yo ya tenía el análisis de Roy terminado. Había introducido los parámetros necesarios y cargado en las cápsulas de inoculación los componentes adecuados. El tacto de aquel botón blanco me pareció cálido y suave a la vez.

-Te conozco muy bien, Aria, sé que cumplirás con tu palabra. Mis condiciones son: salir de Omega con vida, con nuestra nave y la tripulación.- dirigí entonces mi mirada hacia ella. -Yo acabo de cumplir mi parte.- presioné el botón.

En ese preciso instante, cuatro brazos mecánicos se deslizaron hacia el cuerpo de Roy. Dos de ellos empuñaban jeringuillas hipodérmicas que penetraron en la curtida piel del militar a la altura del cuello. Los otros dos brazos se dirigieron hacia el abdomen y el pecho respectivamente. En ese preciso instante, una pequeña descarga eléctrica sacudió el pecho de Roy cuyo cuerpo comenzó a agitarse. El eezo de su atmósfera comenzó a reaccionar por efecto de la electrólisis y empezó a generar a neblina espesa que nos impedía la vista a Aria y a mí.

Corrí hacia la cápsula y concentré todas mis fuerzas en las palmas de mis manos. Sentí la potente oleada de energía biótica nacer en mi cerebro y agolparse en la parte superior de mi cráneo. Era todo o nada.
Mis manos lucharon por dirigirse hacia la cámara, pero una gran potencia cinética me lo ponía cada vez más complicado. Era como si el propio aire ejerciera una fuerza sobre mí, tratando de hacerme desistir de mi intento por traer de vuelta una vida.
Quizás jugaba a ser el Creador...
Qué tonta...
Nosotras no creemos en un Creador...

La cápsula se abrió y el cuerpo de Roy cayó de su interior totalmente empapado. Corrí para agarrarlo, pero lo único que conseguí fue acolchar su caída con mi cuerpo, recibiendo yo todo el impacto. Su piel estaba húmeda, pero también caliente. Su mente parecía totalmente muerta, no recibía ningún estímulo de él. Y, sin embargo, sentí el agitado latido de su corazón contra el mío.

- ¿Roy?- susurré. -¿Roy puedes oírme?

Algo en su interior se removió.

Abrió los ojos.

En un principio todo fué caos, confusión y oscuridad, pero se hizo la luz. Aunque fuese muy pronto aún para que su cerebro retomase las actividades sinápticas, algo en su interior le dijo "Esto está bien". Sentía una inquietud en su pecho, y la luz le cegaba dolorosamente las pupílas, pero anidaba en su interior el confort de que todo esto ocurriese.

La sensación de humedad, y de estar sobre algo cálido y blando cuando no siempre fué así, le guiaron hacia la noción del espacio y el tiempo. Su mente, aletargada por yacer en el abismo, de pronto y repentínamente, empezó a ser violada por oleada, tras oleada, tras oleada, de confusas imagenes, nociones y recuerdos que parecían querer entrar en tropel de una sola vez. La creciente preocupación empezó a acuciarle, la máximo instinto tomaba ya el control de sus actos, obligandole a moverse desarticuladamente, guiando a su musculatura a torpes movimientos. El pecho, empezaba a escozerle extrañamente.

Mientras se movía espasmódicamente, logró enfocar la vista sobre algo. El dolor interno que le ocasionó la vertiente de datos, imagenes y funcionabilidad del concepto "puerta", no hizo mas que acelerar sus poco exitosos intentos de moverse. Estaba gateando, aunque esto hubiese sido una falta de respeto hacia los bebés humanos que lo hacían con mucha mas maña. El líquido que empezaba a ser expulsado de sus oidos, le dotaba de mas equilibrio, mientras desesperadamente movía los miembros hacia la ruta de escape. Notaba como el espacio se distorsionaba a medida que lograba moverse mas rápida y desesperadamente, como alguien con manos y pies desnudos intentando escalar una duna de arena a toda velocidad. Mientras mas pasaba el tiempo, su pecho mas parecía quemar.

Finalmente, a punto de alcanzar la puerta. La convulsión que se apoderó de el, le hizo encorvar la espalda y expulsar de sus pulmones el extraño líquido que les había mantenido operativos aunque inertes. Lo primero que hizo cuando su torax parecía ya vacio, fue llenarlo de aire en una titánica bocanada que no hizo mas que llenarle de un ardiente vigor. El puño y el puñetazo surgieron de la nada, golpeando a la puerta de tal forma, que la sangre le salpicó la cara y la sensación de dolor de los nudillos se unió al ballet que sus hermanas ya protagonizaban en su interior.

Primero una pierna, el peso del cuerpo y luego la otra le dieron finalmente una posición erguida. El animal encerrado finalmente terminó de agonizar, para extinguirse a la espera de ser resucitado. La visión era borrosa aún, pero dos formas compartían el lugar con el. Una de ellas había emitido un ruido hacía instantes que ahora tomaba sentido a gritos en su cabeza.


Bajó la cabeza hasta casi alinearla en perspectiva con los hombros y cerró el puño funcional que le quedaba, dispuesto a matar. Matar, matar mil veces con tal de sobrevivir mientras solo una frase se repetía una y otra vez en la castigada mente.

"Estoy vivo"

Observé a la criatura arrastrarse por el suelo sin comprender cuál era su estadío de vida. Sus fosas nasales fueron disolviendo el tapón mucoso, al igual que sus oídos y el resto de sus orificios corporales. La visión que nos concedía Roy a Aria y a mí era, cuanto menos, grotesca.
El cuerpo de Roy, que otrora suscitara gran curiosidad y deseo en mí, ahora se encontraba casi retorcido en una extraña posición primitiva. Era como si, de alguna forma, el instinto hubiera sustituido al impecable intelecto del Capitán. Crucé los dedos para que sólo se tratase de la impresión que debía sentir el cuerpo recién reanimado y que no hubieran jugado a ser Dios con su cerebro.

Di un paso hacia adelante y me arrodillé a escasos metros del hombre. Dirigí mi mirada directamente hacia la suya y extendí la mano hacia la de él. No quise tocarlo, estaba muy lejos de hacerlo, debía ser un impulso de Roy. Aclaré mi voz tanto como mi garganta me permitía e intenté sonar lo más calmada posible. Todo mi ser vibró de inquietud al sentir el aire deslizarse a través de mis labios.

-Roy... Soy yo... Quionia.- guardé un nuevo silencio y avancé unos centímetros utilizando las rodillas.

-¿No me recuerdas?- extendí la otra mano. Trataba de simular la actitud de una madre amorosa, pero la tensión era latente en mi cuerpo y era perfectamente consciente de que el cuerpo de Roy no era sólo capaz de proporcionar placer; un mal movimiento y podría acabar derramando mi vida a través de la garganta.

Los ojos se volvieron vivamente hacia el primer objetivo en emitir sonido. "Vamos, atiendelo". Eso era una orden. Era el objetivo primario, la primera jerarquía. Las órbitas de los ojos empezaron a girar en una rápida inspección de la habitación. Su mente aletargada y confundida, no tenía otra opción que obedecer a la creciente adrenalina que invadía su organismo enviando a tropel pensamientos que parecían conectarse a último momento.



Dió un paso al costado, dispuesto a arrojar cualquier objeto a la sujeto primaria y flanquearla fulminantemente. Ya tenía localizado un instrumento que parecía cortante, cuando su atención se volvió a la prioridad secundaria. Su cuerpo se irguió y la cabeza retrocedió unos centimetros en un gesto involuntario que denotaba la sorpresa y extrañeza ante el gesto de sumisión que ésta parecía empezar a desarrollar.


Pestañeó lentamente, antes de sacudir la cabeza en un gesto doloroso provocado por el choque de recuerdos que su mente vertía. Súbitamente, el deseo de aplastar su cara con el pié, dió paso a otra necesidad. No podía tratarse de un engaño.

Dió un paso hacia delante bajando la guardia, e hincó una rodilla a excasos palmos de ella. Tosió expulsando los últimos vestigios del extraño líquido de sus vías respiratorias altas. Clavó la mirada en la de la Asari y ladeó la cabeza buscando alguna diferencia con la de sus recuerdos, mientras su puño sano volvía a cerrarse lentamente.

- ¿Es... que... habla.. usted Inglés? Soy el Capitán de Fragata Roy Fokker, 3º Flota de la Alianza. Bienvenida Shanxi y...al Espacio Humano.. - Los párpados se entrecerraron para estudiar la reacción de la Asari, a sabiendas de que solo Quionia podría responder a la improvisada contraseña que acababa de confeccionar. Luego de un segundo de pausa, remató  para darle complejidad al mensaje- Adios, Doctora.

Sonreí súbitamente aliviada, aunque no por ello mi corazón dejó de latir a una altísima velocidad, casi como el corazón de un ser humano. Traté de incorporarme ligeramente, aunque mantuve las dos rodillas sobre el suelo y me llevé las manos al pecho como haría 30 años atrás.

-Entiendo muy bien su idioma, Capitán Roy Fokker...- rompí entonces mi silencio y arrastré una de las rodillas hacia él. -...Mi... mi pueblo se congratula de poder estar hoy aquí...- arrastré la segunda rodilla hacia él. Empecé a sentir la emoción tornándose lágrimas y un poderoso nudo en mi garganta que me imperaba saltar hacia él.

-... para preservar la paz en la Comunidad Galáctica.

Cuando dije aquello ya me encontraba a escasos centímetros de él. Roy y yo nos mirábamos como si nos redescubriéramos en la habitación. Mis ojos escudriñaban su dolor en el fondo de su iris y él aún parecía algo aletargado, como se está en la vigilia, tratando de discernir entre sueño y realidad. Mis manos se deslizaron sobre sus hombros pero sin llegar a tocar su piel. Tras los hombros, le tocó el turno al maltratado pecho y, finalmente, su rostro requirió de aquella falsa caricia. A pesar de no tocarle, podía sentir el calor que ahora emanaba su piel. Volví a sonreír.

-Hola, Capitán.- volví a sonreír mientras abría los brazos hacia él.

Expulsó el aire contenido en lo que parecía haber sido una eternidad. A medida que escuchaba y cotejaba en los fragmentos de su memoria la respuesta en clave, su mano se distendía para rozar el suelo con los dedos.

Observó extrañado el movimiento de las manos de Quionia, surfeando sobre su piel sin tocarla, sorprendiendose a si mismo de que su propio cuerpo estuviese intacto. Esto contrastaba con el ultimo recuerdo de lo que creía había sido su propia muerte, en una implosión silenciosa cuando la Agincourt fue despresurizada por los impactos. Estudió la gesticulación de la mujer detenidamente, confundido por los claros indicios de la emoción.


Sonrió ante el saludo y la atrajo hacia si descansando la frente en la de ella, evitando así perder el contacto visual. Esto no hizo mas que despertar la alarma en su interior al observar aquellos ojos húmedos.


- Esto es confuso Q. ¿Que ha pasado? ¿Por que sigues en la colonia? ¿Que ha pasado?

Miró lentamente a su alrededor, esta vez con un análisis frio. El instrumental, las instalaciones no eran humanas. La otra Asari no llevaba uniforme, Quionia tampoco, o al menos no el mismo.

Volvió a hacer un esfuerzo de memoria, para retornar a la última visión que podía reflejar su mente; la implosión, la despresurización, la asfixia, la oscuridad. Su mirada se perdió en algún punto desconocido de un muro.


Volvió la mirada lentamente a su único enlace con el mundo de los vivos y envolvió su cara con las manos, clavando sus ojos en los de ella. Había aprendido a buscar el enlace y prepararse para ello, aunque no a provocarlo. Sabía que sería la forma mas rápida, aunque no estaba seguro de si se encontraba en condiciones.

- Entra, puedo soportarlo. Muestrame